Escandaloso incremento del ruido en Medellin

 Por: Carlos Arturo Cadavid Valderrama

Aspiramos a concentrar en un espacio limitado las principales reflexiones sobre el medio ambiente en relación con el hábitat, provenientes de fuentes digitales que tratan del clima planetario y local, y contribuir a elevar la conciencia y aumentar las acciones individuales y colectivas para proteger la vida tal como la conocemos, en vista de las principales causas de deterioro que amenazan la existencia: cambio climático, contaminación y deforestación.


En Medellín se han adoptado algunas normas para disminuir la contaminación de CO2 proveniente de vehículos e industria, que, al decir de la ciudadanía, de los colectivos ambientales, expertos en estos temas, y por la asfixiante realidad cotidiana, éstas medidas son insuficientes. Cada año se incrementa hasta niveles insostenibles el parque automotor: A granel, algunos países asiáticos, Europa y USA se están deshaciendo del stop de vehículos contaminantes que allí ya no venden, siendo un negocio redondo para comerciantes insensibles de los países del tercer mundo y altamente dañino para la salubridad pública.


Del mismo modo, el ruido se incrementa en un completo desorden urbano que afecta a comunidades de barrios enteros y a los residentes de zonas céntricas, que son desplazados por la degradación que provoca la toma de andenes y espacios públicos y la contaminación particulada y auditiva. Subió el índice de trashumancia y desplazamiento interurbano por estos motivos subocultos. Son tibias las medidas en torno a este grave flagelo. Existen normas de policía para controlar el ruido, la bulla, el escándalo, pero se desbordó esta problemática y vulneración colectiva de derechos fundamentales, la policía escasamente acude en auxilio de uno o dos de cientos de llamados diarios.


La pandemia ha magnificado las perturbaciones auditivas de fuentes sonoras, como megáfonos, equipos de sonido, parlantes externos, cornetas. La “pitomanía” inmotivada e innecesaria bajo cualquier excusa es asombrosamente perturbadora e insensata de parte de conductores que viven pegados del pito y de las alarmas sin control. Existen en las normas colombianas solo dos circunstancias en que es permitido y aconsejable pitar: en caso de emergencia por el transporte de pacientes y para prevenir un accidente. 

Pero en Medellín y en toda parte (en la Ceja y Rionegro es impresionante esta perniciosa práctica de pitar a toda hora y sin necesidad), la ansiedad de tocar pito sin respeto por la gente, se suma a la intensidad y mala calidad de las alarmas que se disparan hasta con el ladrido de un perro y a causa de las motos sin silenciador (también, hábito malhadado).


Con la pandemia, la comunidad ha comenzado a apreciar el silencio y la tranquilidad sobre todo en  horas nocturnas, de estudio y de trabajo; sin embargo, como paradoja, se ha disparado el ruido vehicular en forma desmesurada y se ha desbordado el masivo empleo de altoparlantes ambulantes para anunciar bagatelas, frutas o alimentos, hasta el punto de llegarse a contar el paso cada cinco minutos de uno o más vendedores ambulantes con los equipos a todo volumen, entre las 7 de la mañana hasta bien entrada la noche, todos los días de la semana.  Es una verdadera subpandemia que debe controlarse con eficacia y alternativas ocupacionales dignas y no ruidosas. 

El mal hábito de usar el pito del carro y la moto para acosar a otros conductores, intimidar peatones o abrirse paso a la ‘brava’ en el tráfico, para saludar y hasta para llamarle la atención a una mujer (acoso motorizado) entre otros motivos, resulta insoportable, dañina, anticívica e ilegal.

Cabe señalar que el Articulo 104 del Código Nacional de Transito (Ley 769 de 2002) prohíbe de manera expresa el uso del pito en situaciones diferentes a la de una emergencia o accidente inminente.

“Todo vehículo deberá estar provisto de un aparato para producir señales acústicas de intensidad, no superior a los señalados por las autoridades ambientales, utilizables únicamente para prevención de accidentes y para casos de emergencia. Se buscará por parte del Ministerio de Transporte y el Ministerio del Medio Ambiente reducir significativamente la intensidad de pitos y sirenas dentro del perímetro urbano, utilizando aparatos de menor contaminación auditiva”.


Indica además que “el uso de sirenas, luces intermitentes, o de alta intensidad y aparatos similares está reservado a los vehículos de bomberos, ambulancias, recolectores de basura, socorro, emergencia, fuerzas militares, policía y autoridades de tránsito y transporte”.


Es por esto que se prohíbe el uso de sirenas en vehículos particulares; de cornetas en perímetros urbanos; y la instalación, en cualquier vehículo destinado a la circulación en vías públicas, de toda clase de dispositivos o accesorios diseñados para producir ruido, como: válvulas, resonadores y pitos adaptados a los sistemas de bajo y de frenos de aire; de resonadores en el escape de gases de cualquier fuente móvil y la circulación de vehículos que no cuenten con sistema de silenciador en correcto estado de funcionamiento. 


El tránsito de transporte pesado por vehículos como camiones, volquetas o tractomulas estará restringido en las vías públicas de los sectores de tranquilidad y silencio, conforme a las normas municipales o distritales que al efecto se expidan, teniendo en cuenta el debido uso de las cornetas (https://www.vanguardia.com/area-metropolitana/bucaramanga)


No obstante la gravedad del asunto del ruido y la alharaca sobre su inicuo control, queda la pregunta: ¿Para qué el Área Metropolitana del Valle de Aburrá debe elaborar y actualizar los mapas de ruido ambiental cada cuatro (4) años, para los municipios con más de 100.000 habitantes, si nada se hace al respecto que sea eficiente y eficaz?


El ruido, un asesino escandaloso en las ciudades Fuente: https://news.un.org/es/story/2022/02/1504212


La contaminación acústica en las ciudades puede tener unos efectos devastadores a largo plazo en la salud física y mental de las personas, destaca un nuevo informe sobre problemas medioambientales de la agencia de la ONU para el medio ambiente, que alerta también sobre los mortíferos incendios forestales y la alteración de los ciclos de la vida debido al cambio climático.


La contaminación acústica en las ciudades es un peligro creciente para la salud pública, destaca el informe Fronteras 2022: ruido, llamas y desequilibrios del Programa de las Naciones Unidas para
el Medio Ambiente, recientemente publicado. Los sonidos no deseados, prolongados y de alto nivel procedentes del tráfico rodado, el ferrocarril o las actividades de ocio perjudican la salud y el bienestar de los ciudadanos, que padecen molestias crónicas y alteraciones del sueño.

Estas molestias y alteraciones conducen a su vez a graves enfermedades cardíacas y trastornos metabólicos, como la diabetes, al tiempo que causan problemas auditivos y una peor salud mental.

La contaminación acústica provoca 12.000 muertes prematuras al año en la Unión Europa y afecta a uno de cada cinco de sus ciudadanos. Los niveles de ruido aceptables se superan en muchas ciudades del mundo, entre ellas Argel, Bangkok, Damasco, Dhaka, Ho Chi Minh City, Ibadan, Islamabad y Nueva York.

Los más afectados son los más jóvenes, los ancianos y las comunidades marginadas cerca de carreteras con mucho tráfico y zonas industriales y alejadas de los espacios verdes. Asimismo, los animales que habitan los entornos urbanos, como aves, ranas e insectos, también sufren el ruido que afecta a la comunicación acústica de la que la que dependen para sobrevivir.

Una de las soluciones que propone ONU Medio Ambiente para combatir la contaminación acústica en las ciudades es incrementar las zonas verdes en las ciudades. La vegetación absorbe la energía acústica, además de dispersar el ruido y amplificar los sonidos naturales, ya que atraen la vida silvestre y mejoran el paisaje urbano visual.

Las áreas verdes, los patios y los parques urbanos suponen, asimismo, un alivio para escapar del ruido y estimular nuestro bienestar mental. Más carriles bici suponen, indirectamente, también menor espacio para la conducción y, por tanto, reducen el ruido de los vehículos a motor. Por su parte, las zonas de bajas emisiones fomentan la movilidad eléctrica, lo que contribuye de nuevo a la reducción del ruido, además de mejorar la calidad del aire.

La agencia para el medio ambiente recalca la necesidad de que los urbanistas tengan todo esto en consideración cuando diseñen las ciudades o nuevos espacios. En definitiva, como señala el informe, los espacios verdes son una solución basada en la naturaleza para generar paisajes sonoros agradables.

(*) Socio de la Fundación Historias Contadas, socio de la ENS y abogado voluntario de la Alianza Internacional de Habitantes (AIH: carloscadavid@hotmail.com).