Foto: Jairo Valencia - Cultura 7 |
Una red social que debe facilitarnos la comunicación no puede convertirse en un peligro para la integridad de las personas, la desestabilización emocional o de las sociedades. Un llamado al uso responsable de la tecnología y las redes sociales.
Santiago Arango Naranjo
Twitter: @santiagocancion
Porque amamos la lengua española lo primero para decir es que el sustantivo wasap y el verbo wasapear son adaptaciones válidas en español, esto según la Ortografía de la lengua española explicado además por Fudéu -Fundación del Español Urgente- que tiene como objetivo “el buen uso del español en los medios de comunicación”. Así que honremos nuestro idioma y omitamos el término WhatsApp.
Ahora sí, hablemos con tranquilidad de esta aplicación que se fundó como compañía en el año 2009. A 2018, se calcula que más de mil 500 millones de personas la usan en el mundo. Y en Colombia según datos del MinTIC con corte a 2017, “las redes sociales más utilizadas son Facebook (88 por ciento), WhatsApp (87 por ciento), YouTube (51,6 por ciento), Instagram (34 por ciento), Google Plus (29 por ciento), Twitter (20 por ciento) y Snapchat (7,2 %)”.
Así que hay que prestarle atención a WhatsApp; empecemos señalando sus bondades:
Es gratuita; como ‘herramienta’ facilita la comunicación tanto local, nacional e internacional; ayuda a desarrollar tareas laborales o académicas y permite realizar reuniones grupales; aporta al cierre de la brecha digital para que las TIC (Tecnologías de la Información y la Comunicación) estén al servicio de todos; posibilita la convergencia de lenguajes como audio, texto y videos, entre otras ventajas...
Pero como luna al sol, tiene su contraparte. Así que hay diversos inconvenientes que ha generado esta aplicación: dificulta los procesos de la comunicación con mensajes prestos a múltiples interpretaciones; estimula la mala ortografía; el contacto humano queda en muchos casos supeditado al servicio de mensajería instantánea; genera adicción y sobre todo: ¡se ha convertido en una efectiva bomba atómica de comunicación que detona noticias falsas y cadenas de información manipulada!
¿Cómo explicamos que en la India 30 personas hayan muerto a partir de cadenas de información falsa? ¿Y qué decir de hombres que han sido linchados en Colombia y México hasta el punto de quitarles la vida también partiendo de informaciones que circulan en ¿Qué pasa con WhatsApp?
De otro lado, en las campañas políticas se ha explotado este servicio de mensajería para operaciones proselitistas que desacreditan a uno u otro candidato o partido; tal cual lo vivimos en Colombia como virus fatal en las elecciones presidenciales del presente año cuando a los celulares llegaban mensajes de toda índole partidista.
En otros países del continente han bebido del mismo menjurje de infoxicación. Como explicó en octubre de 2018 el diario El País de España, “la aplicación se ha convertido en un terreno fértil para las noticias falsas. 120 millones de brasileños la utilizan a diario, y el 66% de ellas consume y comparte información política”. En ese sentido y como ilustra la Revista Semana, “el triunfo de Jair Bolsonaro se debió en gran medida a la campaña de videos, memes y cadenas de información manipulada generados por grupos de apoyo a través de esta red de mensajería”. No en vano el candidato perdedor Fernando Haddad ha expresado su determinación de demandar a la compañía de mensajería.
Esas cadenas o noticias falsas pueden ser de toda índole: sobre el costo de vida o devastadores fenómenos naturales y crisis ambientales; atentados; desestabilización política, desaparecidos, premios de lotería, cambios de pico y placa, viajes regalados y hasta maldiciones si se rompen dichas cadenas.
Lo bueno es que hay una tarea esencial para no caer en ese juego: ¡el privilegio de la duda! Sí, “No creer en todo”, como dice el grupo de rock Frankie ha muerto en una de sus canciones de su reciente disco “Extremo”. Y es simple: hay que detenerse un momento y pensar, analizar la información e ideal, verificar y contrastar distintas fuentes para concluir sobre la veracidad o no de la información.
Está en cada acto sencillo: tan breve como pensar antes de responder en una conversación. Así que hay que hablarlo con nuestras familias y amigos y tratarlo en los grupos de WhatsApp.
En síntesis, en épocas de una sociedad hiperconectada y saturada de información de toda índole, aprender a filtrar los mensajes y a romper las cadenas, seguro, aportará a nuestra calidad de vida.